2012-11-11

Una visión de Navarra (1954)


"La Ribera es la tierra del sol y del cierzo implacables, del cielo alto y el horizonte abierto, de los pueblos de ladrillo y adobe, grandes y distanciados, de los sotos a la orilla del Ebro y las vegas extensas surcadas por acequias, en contraste feroz con el ocre y el gris amarillento de unos montes áridos y pelados.
Es la tierra del trigo, del olivo y la vid, de las frutas y las verduras, del pimiento y la remolacha, en cuyo clima mediterráneo se cultiva el arroz y florece el almendro.

La Montaña, por el contrario, es la tierra del cielo plomizo, del verdor y del agua; de los valles angostos con aldeas menudas, pintorescas, y los montes frondosos barridos por las boiras.
La tierra de las lluvias y las nieves, donde el invierno es largo y sus noches eternas.
En ella, a diferencia de la Ribera, donde cabe advertir cierta uniformidad, cada valle tiene su peculiar fisonomía.
Y al lado de una extensa zona alpina que va desde el Roncal a Roncesvalles, la cordillera forma al noroeste una húmeda y fragante rinconada de ambiente vasco, con caseríos, castañales y praderas de heno, con regatas que vierten al Cantábrico y con clima y paisaje emparentados con la Europa atlántica.

Entre estos dos extemos extremosos de Ribera y Montaña se extiende una ancha zona de transición, donde hace siglo y medio aún se hablaba el vascuence.
Es la comarca en que el terreno, cansado de ser llano, se hace quebrado y ondulante, y los montes, con retales de viña y cereal, negrean de jarales, arbustos y carrascas.
Los pueblos, agrupados en valles, distritos y cendeas, son ya de piedra oscura, y el paisaje, con parejas de bueyes y chopos, se cierra, cara al norte, con la mancha violácea de las sierras vecinas".

José María Iribarren
Temas de mi Tierra
Septiembre 1954

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