2015-09-23

Carlos III



Gobernó el Reino de Nafarroa entre 1387 y 1425

Carlos III de Navarra
creó una corte medieval lujosa
"para transmitir prestigio y poder"

La medievalista Merche Osés Urricelqui
contabiliza en casi un 23% los gastos de la corona destinados al ajuar

Epígrafe Peilliteria que recoge las compras de pieles. AGN, Reg. n. 207, fol. 120v. Año 1390.
Epígrafe Peilliteria que recoge las compras de pieles.
AGN, Reg. n. 207, fol. 120v. Año 1390.




El rey Carlos III, que gobernó Navarra entre 1387 y 1425, creó una corte lujosa, hasta el punto de destinar en el año de su coronación casi el 23% del presupuesto de la Corona a gastos suntuarios, con el fin de transmitir "su prestigio y poder".

Así lo recoge una tesis doctoral, leída en la Universidad Pública de Navarra por la licenciada en Historia Merche Osés Urricelqui (Estella, 1976), que ha estudiado el ajuar de este monarca, perteneciente a la dinastía de los Evreux y apodado el Noble.

La investigación se centra en "los modos de vida de la corte regia navarra en el período de su mayor esplendor, que se sitúa en el tránsito del siglo XIV al XV", según Merche Osés.

Para ello, cobra un especial relieve lo que se engloba bajo la etiqueta de ajuar, definido como "todo el conjunto de objetos y manifestaciones vinculados a la vida cortesana: tejidos, pieles, ropas, calzado, joyas, piezas de vajilla, armas, etc.".

Para su estudio, Merche Osés se ha basado en los Registros del Tesorero, conservados en el Archivo Real y General de Navarra, donde "anualmente se anotaban, de forma sistemática, las cuentas de la Casa real".

También ha analizado la importante obra iconográfica y escultórica de estos siglos y las colecciones de piezas suntuarias, aunque escasas, de los distintos museos, que ayudan a recrear la vida cortesana.
"No son muchos los ejemplos artísticos conservados en Navarra para esta época, por lo que la mayor parte de las representaciones corresponden a fuentes francesas, con las que hay una gran similitud", apunta la autora de la tesis, titulada 'Poder, simbología y representación en la Baja Edad Media: el ajuar de la corte de Carlos III de Navarra (1387-1425)' y que ha sido calificada con sobresaliente 'cum laude'.

EL DÍA A DÍA DE LA CORTE

El análisis de las compras ha permitido conocer el día a día de la familia real y de la corte: "en qué tejidos y colores confeccionaban las ropas que vestían, cómo eran esas prendas, las joyas que lucían, las pieles, la ropa de casa, la vajilla que utilizaban en la mesa, etc." y, sobre todo, "en qué ocasiones y con qué finalidad las lucían".

"Todo ese ajuar, tanto textil como de materiales preciosos, implica unas formas de vida, unos usos y costumbres de las capas elevadas de la sociedad, y una forma de representar el poder regio ante sus súbditos y los reinos vecinos, es decir, implica una escenografía, y un ceremonial", indica la medievalista.

Además, este es el momento en que surge la moda, fruto de los intercambios, contactos y viajes que los monarcas y sus emisarios realizaron, añade. "El pequeño reino de Navarra no se quedó atrás y recibió influencias de la moda francesa, inglesa y castellana, al igual que ella también pudo ejercer cierta influencia hacia otros reinos: es el caso de la prenda denominada hopalanda, una vestidura amplia y llamativa, que, con un origen borgoñón, llegó a Navarra y, al parecer, de aquí se extendió a otros reinos peninsulares".

El propósito de la adquisición de todas esas piezas suntuarias se vincula con "la manifestación de la realeza misma, con la transmisión de su prestigio y su poder; con la insistencia en la presencia del monarca en un reino de larga tradición de ausencias regias". "Carlos III trataba así de reconstruir la imagen de la realeza con la creación de una escenografía de lujo y boato en que se desarrollaban las ceremonias cortesanas, que proyectaban la propaganda política del monarca", sintetiza.

EL LUJO COMO GRANDEZA

Lo que el rey Noble puso de manifiesto, "algo general a todas las monarquías de los siglos XIV y XV", fue "la convicción de que el lujo y la magnificencia eran imprescindibles para declarar la grandeza de la monarquía, y las diversas ceremonias relacionadas con el rey, como bautizos, bodas, torneos, nombramiento de caballeros, coronaciones y funerales, resultaban el escenario adecuado para mostrarlo".

"La arquitectura en la que se circunscriben estas ceremonias, los palacios, catedral, iglesias o calles de las ciudades, presentaba un espectáculo permanente, ya que era la ocasión perfecta de lucimiento, pompa y exhibición del honor, el rango y la dignidad de cada uno de los miembros de la familia real", aclara Merche Osés.

El "deslumbrante espectáculo visual de lujo y colorido, además de auditivo", se impregnaba en la retina del espectador: súbditos, mensajeros, diplomáticos y soberanos de otras cortes vecinas. "La aparición del rey debía de ser majestuosa y sorprendente -comenta Osés-. No hay que olvidar que Carlos III había estado presente en algunas de las ceremonias de la corte francesa, o en las más austeras de Castilla y la Corona de Aragón, y las conocía de primera mano. Este príncipe de sangre francés, aunque soberano de un reino ibérico, brindaba a Navarra la ocasión de participar en encuentros internacionales, recepciones y fiestas, según las modas de las cortes más importantes del momento, con las que estaba emparentado: Valois, Berry, Borgoña y Trastámara".

Desde su llegada al trono navarro, el rey se rodeó de "signos y ocasiones cotidianas de expresión de esa majestad, que se fueron desarrollando en los espacios que construyó o mejoró para ello, como la Catedral de Pamplona y el Palacio de Olite, entre otros".

LAS COMPRAS, EN ZARAGOZA Y BARCELONA

Merche Osés analiza los mercados donde se adquiría el ajuar (los principales, Zaragoza y Barcelona); los mercaderes (con una fuerte presencia de navarros, el 53% del total, frente a los extranjeros, un 31%, sobre todo, de la Corona aragonesa); el total de lo invertido, que suponían el 10% de los gastos de la corte y "aumentaban considerablemente ante las ceremonias regias llegando al 22,7% en el año de la coronación del rey, en 1390"; y los artesanos que trabajaron en el diseño y confección de las lujosas piezas.

"Entre ellos, se encontraban algunos de los más afamados artistas del momento venidos de lejanas tierras, lo que demuestra un gran cosmopolitismo en la corte navarra. Es el caso del escultor Johan de Lome, que realizó en la Catedral de Pamplona el hermoso sepulcro de aires franceses del rey Carlos III y Leonor, que marcó un hito en la escultura funeraria navarra -explica la historiadora-. Todos ellos elaboraron un extraordinario arte efímero, que enalteció los actos presenciados por buena parte de los habitantes del reino y de personalidades procedentes de otros lugares".

En definitiva, el vestido y el ajuar doméstico "traspasaban la frontera de lo material para adentrarse en el espacio de los símbolos, y, a partir de ahí, se convertían en un instrumento prioritario para mantener a cada uno en su lugar y reforzar la magnificencia del poder real, además de para proyectar un mensaje cuyo código la sociedad de su tiempo conocía", concluye la nueva doctora en Historia.


www.noticiasdenavarra.com
14-9-2015




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